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enhiesta, imperturbable, se mantena una figura cubierta de mantos, enorme, inmóvil y
esbelta. Y conduciendo el extrao tronco de animales de tiro pasó con insufrible majestad y
se perdió de vista. Era evidente que el interior de aquel mundo no era para el hombre. Pero
era para algo. A Ransom le pareció que, si un hombre poda descubrirlo, era posible que
existiera un modo de renovar la antigua prctica pagana de propiciar a los dioses locales de
lugares desconocidos de tal manera que no fuera una ofensa para el nico Dios, sino sólo
una apologa prudente y corts por la transgresión. Aquel ser, aquella forma fajada en su
carroza, sin duda era una criatura amiga. Eso no quera decir que fueran iguales o tuvieran
los mismos derechos en la reglón subterrnea. Mucho despus llegó el ruido de tambores:
el bum-ba-ba-ba-bum-bum surgido de la densa oscuridad, distante al principio, luego
rodendolo por completo, luego apagndose despus de una infinita prolongación de ecos
en el laberinto negro. Ms tarde apareció la fuente de luz fra: una columna, como de agua,
brillando con radiación propia y pulsante, a la que era imposible acercarse por ms que uno
viajara y que al fin se eclipsó sbitamente. No descubrió qu era. Y as, luego de ms
maravillas y majestuosidad y esfuerzo de los que pueden ser contados, llegó un momento
en que los pies resbalaron sin aviso sobre barro... un intento salvaje de aferrarse a algo... un
espasmo de terror... y se encontró farfullando y debatindose en agua profunda, rpida.
Pensó que aunque se librara de ser estrellado contra las paredes del canal, pronto iba a
zambullirse con la corriente en el pozo de fuego. Pero el canal debe haber sido muy recto y
la corriente tal vez menos violenta de lo que haba supuesto. En todo caso nunca tocó los
costados. Al fin iba impotente, abalanzado hacia adelanta en la oscuridad llena de ecos.
Duró largo tiempo.
Comprendern que con la espera de la muerte, y el agotamiento, y el gran ruido, se senta
mentalmente confundido. Recordando ms tarde la aventura, a Ransom le pareca que
haba flotado pasando de la oscuridad a un color gris y despus a un caos inexplicable de
azules y verdes y blancos semitransparentes. Hubo un atisbo de arcos sobre su cabeza y de
columnas que brillaban apenas, pero todo incierto y anulndose entre s en cuanto lo vea.
Era como una caverna de hielo, pero demasiado clida para eso. Y encima de l el techo
pareca ondear como agua, pero sin duda se trataba de un reflejo. Un momento ms y se vio
lanzado a la plena luz del da, al aire y al calor, rodó precipitadamente y fue depositado,
aturdido y sin aliento, en los bajos de una gran charca.
Estaba casi demasiado dbil para moverse. Algo en el aire y en el dilatado silencio que
haca de fondo al trino solitario de las aves, le indicó que estaba sobre el alto pico de una
montaa. Rodó ms que arrastrarse hasta salir del agua sobre el suave csped azul.
Volvindose hacia donde haba venido vio un ro que brotaba de la boca de una caverna,
una caverna que pareca estar realmente hecha de hielo. Bajo ella el agua era de un azul
espectral, pero cerca de donde l yaca era de un clido color mbar. Lo rodeaban neblina y
frescura y roco. A su lado se alzaba un risco cubierto con fajas de vegetación brillante,
aunque centelleante como cristal, donde asomaba su propia superficie. Pero le prestó poca
atención. Haba ricos racimos de un fruto semejante a la uva brillando bajo las hojitas
puntiagudas y poda alcanzarlos sin ponerse de pie. Comer se transformó en dormir por una
transición que nunca pudo recordar.
A esta altura se hace cada vez ms difcil brindar las experiencias de Ransom en cierto
orden. l mismo no tiene idea del tiempo que pasó junto al ro ante la boca de la caverna,
comiendo y durmiendo y despertando sólo para volver a comer y dormir. Cree que fueron
sólo uno o dos das, pero a juzgar por el estado de su cuerpo cuando el perodo de
convalecencia terminó supongo que ms bien deben haber sido quince o veinte. Fue una
poca para recordar sólo en sueos, como recordamos la infancia. En realidad fue una
segunda infancia, en la que lo alimentaba el pecho del planeta Venus: y no se destetó hasta
que se apartó de all. Tres impresiones del largo descanso permanecen. Una es el sonido
incesante del agua cantarina. Otra la vida deliciosa que absorba de los racimos que casi
parecan inclinarse sin invitación en sus manos tendidas. La tercera es la canción. A veces
alta en el aire sobre l, a veces subiendo como si brotara de las hondonadas y los valles
lejanos de abajo, flotaba a travs del sueo y era el primer sonido en cada despertar.
Informe como el canto de un ave, no era sin embargo una voz de ave. Era a un violonchelo
lo que es la voz de un ave a una flauta: grave, madura y tierna, profunda, suntuosa y
marrón-dorado, apasionada adems, pero no con las pasiones de los hombres.
Como Ransom fue destetado tan gradualmente de aquel estado de descanso, no puedo
brindar sus impresiones del lugar en el que estaba poco a poco, como l llegó a captarlo.
Pero cuando se encontró curado y sintió otra vez la mente despejada, lo que vio fue lo
siguiente. Los riscos de los que haba surgido el ro a travs de la caverna, no eran de hielo,
sino de un tipo de roca translcida. Cualquier astilla pequea arrancada de ellos era
transparente como el vidrio, pero los riscos en s, cuando se los miraba de cerca, parecan
volverse opacos a quince centmetros de la superficie. Si uno entraba aguas arriba en la
caverna y luego se volva y miraba hacia la luz, los bordes del arco que formaba la boca
eran ntidamente transparentes: y adentro todo pareca azul. No supo qu pasaba en la cima
de estos riscos.
Ante l el prado de csped azul segua siendo horizontal por unos treinta pasos y despus
caa en un declive agudo, haciendo que el ro bajara en una serie de cataratas. El declive
estaba cubierto de flores que una brisa leve mova sin cesar. Bajaba por un largo trecho y
terminaba en un valle retorcido y boscoso que se curvaba perdindose de vista a la derecha
tras un majestuoso talud: pero ms all, ms abajo tan abajo que era casi increble se
adverta la punta de numerosos picos montaosos, y ms all, an ms tenue, el atisbo de
valles ms bajos, y despus todo se esfumaba en una niebla dorada. Sobre el costado
opuesto del valle la tierra saltaba hacia arriba en grandes extensiones y pliegues de albura
casi himalyica hasta las rocas rojas. No rojas como los riscos de Devonshire: de un
verdadero rojo-rosa, como si las hubieran pintado. El brillo lo asombró, as como tambin los
picos agudos como agujas, hasta que se le ocurrió que estaba en un mundo joven y tales
montaas podan encontrarse, geológicamente hablando, en la infancia. Adems, deban
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