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posible.
- Y como puede usted ver - concluyó -, deseo desembarcar en Luna City. No deseo
causar a la compaa ninguna molestia con respecto a este indudable e inintencionado
error... particularmente cuando me veo obligado a admitir que estuve de celebración la
noche anterior y quizs, en algn modo, yo mismo contribu a ese error.
El sobrecargo, que haba escuchado impasiblemente toda la exposición, no respondió.
Buscó en una alta pila de expedientes que tena en una esquina de su escritorio,
seleccionó uno y lo abrió. Contena un fajo de papeles de aspecto legal sujetos por arriba
con un clip. Los estudió atentamente durante algunos minutos, mientras Wingate
aguardaba.
El sobrecargo respiraba con un jadeo asmtico mientras lea, y de vez en cuando
tamborileaba sus descubiertos dientes con las uas. Wingate ya casi haba decidido, en
su estado de nervios, que si el hombre acercaba la mano a su boca tan sólo una vez ms,
l, Wingate, gritara y empezara a arrojar cosas. En ese punto, el sobrecargo empujó el
dossier hacia Wingate a travs del escritorio.
- Ser mejor que le eche un vistazo a eso - dijo.
Wingate lo hizo. El documento principal era un contrato, debidamente extendido, entre
Humphrey Wingate y la Compaa para el Desarrollo de Venus, para seis aos de trabajo
reglamentario en el planeta Venus.
- Es sa su firma? - preguntó el sobrecargo.
La cautela profesional de Wingate le hizo no precipitarse. Estudió atentamente la firma
a fin de ganar tiempo mientras intentaba recuperar el dominio de s mismo.
- Bueno - dijo finalmente -, debo reconocer que se parece mucho a mi firma, pero no
puedo afirmar que sea mi firma... no soy un experto calgrafo.
El sobrecargo apartó de s la objeción con expresión de fastidio.
- No tengo tiempo de discutir con usted. Comprobemos la huella dactilar de su pulgar.
Aqu.
- Tendió un tampón. Por un momento Wingate consideró sus derechos legales a
negarse, pero no, aquello no hara ms que perjudicar su caso. No tena nada que perder;
no poda ser su huella dactilar en el contrato. As que...
Pero lo era. Incluso sus no entrenados ojos podan ver que las dos huellas coincidan.
Trató de dominar una oleada de pnico. Aquello era probablemente una pesadilla,
inspirada por su discusión de la pasada noche con Jones. O, si por alguna loca
casualidad era real, se trataba de un fraude que no tardara en descubrir. Los hombres de
su estilo no se dejaban engaar; todo aquello era ridculo. Midió cuidadosamente sus
palabras.
- No discutir su posición, querido seor. En alguna forma tanto usted como yo hemos
sido vctimas de alguna lamentable broma. No creo que sea necesario hacer notar que a
un hombre inconsciente, como deba estarlo yo la pasada noche, pueden tomrsele sus
huellas dactilares sin su consentimiento. Superficialmente este contrato es vlido, y
naturalmente asumo su buena fe en el asunto. Pero, de hecho, el documento carece de
un elemento necesario en un contrato.
- Cul es?
- La intención por ambas partes de establecer ese contrato. Pese a la firma y a la huella
dactilar, yo no tena intención de contratarme, lo cual puede ser demostrado fcilmente
por otros factores. Soy un abogado muy conocido, con una buena clientela, como lo
demuestra mi declaración de impuestos. No es razonable creer, y ningn tribunal lo
creer, que yo abandone voluntariamente mi vida habitual por seis aos de trabajo duro a
una paga muy inferior.
- As que es usted abogado, eh? Quiz s que haya habido fraude... por su parte.
Cómo es que se presenta usted aqu como tcnico en radio?
Wingate trató de serenarse de nuevo ante aquel inesperado ataque de flanco.
Realmente era experto en radio... era su hobby preferido, pero cómo podan saberlo?
Cllate, se dijo. No admitas nada.
- Todo esto es ridculo - protestó -. Insisto en ser llevado a ver al capitn... puedo
romper ese contrato en tan sólo diez minutos.
El sobrecargo aguardó unos momentos antes de responder.
- Ha dicho usted ya todo lo que tena que decir?
- S.
- Muy bien. Ha sido su turno, ahora llega el mo. Esccheme, Seor Abogado del
Espacio. Ese contrato fue concebido por algunas de las mentes legales ms preclaras de
los dos planetas. Tuvieron especficamente presente que poda ser firmado por intiles
granujas que se beberan el dinero de su prima y luego decidiran que despus de todo no
tenan malditas ganas de trabajar. Ese contrato ha sido sometido a todos los tipos de
ataques posibles y revisado de tal forma que ni siquiera el propio diablo pueda romperlo.
En este momento no est usted discutiendo interpretaciones de la ley con otro
leguleyo de su calaa; est usted hablando con un hombre que sabe exactamente cul es
su posición legalmente. En cuanto a ver al capitn... si usted cree que el oficial
comandante de una nave como sta no tiene otra cosa que hacer que or los desvarios de
cualquier loco o granuja que se lo pida, ser mejor que cambie de opinión. Regrese a su
alojamiento!
Wingate empezó a hablar, luego se lo pensó mejor y se dirigió haca la puerta. Aquello
necesitaba una mayor reflexión. El sobrecargo lo detuvo.
- Espere. Aqu tiene su copia del contrato. - Se la lanzó, y la delgada hoja de papel
revoloteó sobre el escritorio y cayó al suelo. Wingate la tomó y salió silenciosamente.
Hartley estaba aguardndole en el corredor.
- Cómo lo has arreglado, Hump?
- No demasiado bien. No, no quiero hablar de ello. Tengo que pensar. - Anduvieron
silenciosamente de regreso por donde haban venido, en dirección a la escalera que daba
acceso a las cubiertas inferiores. Una figura ascenda por la escalera y avanzó hacia
ellos. Wingate la miró distradamente.
Volvió a mirarla. Repentinamente, toda la cadena de hechos que presumiblemente lo
haban llevado hasta all se abrió lugar en su mente; se sobresaltó, aliviado.
- Sam! - gritó -. Sam... viejo granuja, maldito sinvergenza! Tena que haber
descubierto tu sucia mano en todo esto. - Ahora las cosas estaban claras; Sam lo haba
preparado todo despus de emborracharle. Probablemente el capitn, un oficial de
reserva quizs, estaba de acuerdo con Sam, y entre los dos haban tramado el asunto.
Era una broma de mal gusto, pero se senta demasiado aliviado como para irritarse por
ello. Ya le hara pagar caro a Jones su broma, de algn modo, cuando regresaran de
Luna City.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que Jones no se estaba riendo.
Ms an, iba vestido - de la forma menos razonable - con el mismo mono azul de los
trabajadores contratados.
- Hump - estaba diciendo -, todava sigues estando borracho?
- Yo? No. Qu signifi...?
- No te das cuenta de que estamos metidos en un lo?
- Oh, infiernos, Sam, una broma es una broma, pero creo que ya ha durado bastante.
Me has cogido, de acuerdo. No importa... fue una buena broma.
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