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Y hay alguno con un pie ya en la fosa, 121
que pronto llorar aquel monasterio,
y triste se hallar de haber mandado; 123
porque a su hijo, mal del cuerpo entero, 124
y peor de la mente, y malnacido,
ha puesto en vez de su pastor legal. 126
Ignoro si calló o si ms nos dijo,
tan lejos se encontraba de nosotros;
esto escuch y me agrada el recordarlo. 129
Y aquel que en todo trance me ayudaba
dijo: Vulvete aqu y mira esos dos
que vienen dando muerdos a la acidia. 132
Detrs todos decan: Antes muerto 133
estuvo el pueblo a quien el mar se abriera,
de que el Jordn su descendencia viese. 135
Y aquellos que la suerte no sufrieron 136
del vstago de Anquises hasta el fin,
a una vida sin gloria se ofrecieron. 138
Luego cuando esas sombras tan lejanas
estaban, que ya verse no podan,
se me introdujo un nuevo pensanmiento, 141
del que nacieron otros y diversos;
y tanto de uno en otro divagaba,
que por divagación cerr los ojos, 144
y en sueo convert mi pensamiento. 145
CANTO XIX
Cuando el calor diurno no consigue 1
hacer ya tibio el fro de la luna,
por la tierra vencido y por Saturno, 3
-que es cuando los geomantes la Fortuna 4
Mayor ven en oriente antes del alba,
surgir por va oscura poco tiempo- 6
me llegó en sueos una tartamuda, 7
bizca en los ojos, y en los pies torcida,
descolorida y con las manos mancas. 9
Yo la miraba; y como el sol conforta
los fros miembros que la noche oprime,
as mi vista le volva suelta 12
la lengua, y bien derecha la pona
al poco, y su semblante desmayado,
como quiere el amor, coloreaba. 15
Despus de haberse en el hablar soltado,
a cantar comenzó, tal que con pena
habra de ella apartado mi mente. 18
Yo soy -cantaba- la dulce sirena,
que en la mar enloquece a los marinos;
tan grande es el placer que da el orme. 21
Yo apart a Ulises de su incierta ruta
con mi cantar; y quien se me habita,
raramente me deja: As lo atraigo! 24
An no se haba cerrado su boca,
cuando yo vi una dama santa y presta 26
al lado de m para confundirla. 27
Oh, Virgilio, Virgilio, quin es sta?
-fieramente deca,---; y l llegaba
en la honesta fijndose tan sólo. 30
Cogió a la otra, y le abrió por delante,
rasgndole el traje, y mostrndole el vientre;
me despertó el hedor que desprenda. 33
Mir, y el buen maestro: Al menos tres
voces te he dado! ---dijo-, ven, levanta;
hallaremos la entrada para que entres. 36
Me levant, y estaban ya colmados
de pleno da el monte y sus recintos;
con sol nuevo a la espalda caminbamos. 39
Siguindole, llevaba la cabeza
tal quien de pensanentos va cargado,
que hace de s un medio arco de puente; 42
Cuando escuch Venid, aqu se cruza
dicho de un modo suave y benigno,
que no se escucha en esta mortal marca. 45
Con alas, que de cisne parecan,
arriba nos condujo quien hablaba
entre dos caras del duro macizo. 48
Movió luego las plumas dando aire,
Qui lugent afirmando ser dichosos,
pues tendrn duea el alma del consuelo. 51
Qu tienes que a la tierra sólo miras?
mi gua comenzó a decirme, apenas
sobrepasados fuimos por el ngel. 54
Y yo: Me hace marchar con tantas dudas
esa nueva visión, que a ella me inclina,
y no puedo apartar del pensamiento. 57
Has visto --dijo- aquella antigua bruja
por quien se llora encima de nosotros;
y cómo de ella el hombre se libera. 60
Bstete as, y camina ms aprisa;
vuelve la vista al reclamo que mueve
el rey eterno con las grandes ruedas. 63
Cual primero el halcón sus patas mira, 64
y luego vuelve al grito, y se apresura
por afn de la presa que le llama, 66
as hice yo; y as, cuanto se parte
la roca por dar paso a aquel que sube,
anduve hasta llegar donde se cruza. 69
Cuando en el quinto crculo hube entrado, 70
vi por aquel a gentes que lloraban,
tumbados en la tierra boca abajo. 72
Adhaesit pavimento anima mea' 73
o decir con tan altos suspiros,
que apenas se entendan las palabras. 75
Oh elegidos de Dios, cuyos sufrires
justicia y esperanza hacen ms blandos,
hacia la alta subida dirigirnos. 78
Si vens de yacer aqu librados,
y queris pronto hallar vuestro camino,
llevad siempre por fuera la derecha. 81
As rogó el poeta, y contestado
fue as poco delante de nosotros; y yo
descubr en el hablar a un escondido; 84
y a los de mi sefor volv los ojos:
l asintió con ceo placentero,
a aquello que mi vista le peda. 87
Luego que pude hacer lo que gustaba,
me puse sobre aquella criatura,
cuyas palabras mi atención movieron, 90
Alma ---diciendo-- en cuyo llanto eso
que no puede volver a Dios madura,
deja un poco por m el mayor cuidado. 93
Quin fuisteis, y por qu vuelta la espalda
tenis arriba.P Quieres que te pida
algo de all de donde vengo vivo? 96
Y l me dijo: El porqu nuestras espaldas
vuelve el cielo hacia s, sabrs; mas antes
scas quod ego fui succesor Petri 99
Entre Siestri y Chiavani va corriendo
un ro hermoso, y en su nombre tiene
el ttulo mi estirpe ms preciado. 102
Cómo pesa el gran manto a quien lo guarda
del fango, provee un mes y poco ms;
plumas parecen todas otras cargas. 105
Mi conversión tarda fue, Ay de m!;
pero cuando elegido fui romano
pastor, vi que la vida era mentira. 108
Vi que all el corazón no se aquietaba,
ni subir ms poda en esa vida;
por lo cual me encend de amor por sta. 111
Hasta aquel punto, msera, apartada
de Dios estuvo mi alma avariciosa;
y, como ves, aqu estoy castigado. 114
Lo que hace la avaricia, se declara
en la purga del alma convertida;
no hay en el monte ms amarga pena. 117
Y como nuestros ojos no pusimos [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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