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contra su boca.
Porque era ms listo por entonces. Y mucho ms duro.
Reeves no pudo contenerse. La volvió a besar con la misma dulzura lnguida.
Olivia respondió, y su respiración se hizo ms agitada. Y en cuestión de segundos
estaban besndose con ms fuerza, con los labios separados, con tan sólo las bocas
tocndose, y el contacto se fue haciendo cada vez ms resbaladizo y hmedo. Ella
alzó las manos para enmarcar el rostro de Reeves en el mismo instante en que l
deslizaba la mano por su nuca y la hunda en su pelo.
Dios, cómo te deseo musitó l mientras introduca la lengua en su boca;
pero sus palabras no hicieron que ella le impidiera aquel contacto ntimo.
Reeves tena que conseguir como fuera que ella dejara de besarlo. Era su nica
esperanza de parar aquello. La falta de control pareca ms que fsica. Otros apetitos
aparte del sexo estaban hirviendo en el interior de su cuerpo. Algn tipo de
satisfacción poderosa y desconocida haca expandirse su pecho. La alarma que se
puso en marcha dentro de su cabeza era la primera vez que la oa. Hasta que no
comprendiera su exacta naturaleza, tena que detenerse.
Reeves encontró la cremallera del vestido y comenzó a bajarla. Olivia boqueó,
se puso rgida y se apartó. Reeves le subió la cremallera antes de volver a ponerse
derecho en su asiento, tratando de recuperar la compostura.
Qu demonios ha sido todo esto? preguntó l, porque no se atreva a
mostrar otra reacción que no fuera agresiva.
Ella no mordió el anzuelo. Su respuesta fue azorada y cortante, pero llena de
dignidad.
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Carole Halston El orgullo del sur
Sabes muy bien lo que ha sido. Han sido un hombre y una mujer que podran
haberse ido fcilmente a la cama, pero no van a hacerlo.
Reeves inhaló con fuerza y audiblemente. En contra de su propio buen juicio,
dijo con urgencia:
Podramos pasar una noche juntos. Ir a un motel y acabar lo que hemos
comenzado.
Acabemos lo que hemos empezado aqu no yendo a un motel.
El rechazo de su proposición fue tan bien recibido como frustrante. Reeves
saba muy bien que no iba a acabar haciendo el amor con ella.
Probablemente tengas razón. Puedo llamarte? le preguntó, con la misma
ambivalencia.
Ella sacudió enfticamente la cabeza.
No, no me llames. Y te tomo la palabra. Ahora ser mejor que me vaya. No
hace falta que me acompaes hasta la puerta. Ya me ves desde aqu.
Reeves se llevó la mano a una invisible visera de chófer.
Como usted diga, seorita.
Por un momento pensó que Olivia iba a darle una bofetada. Casi deseó que lo
hiciera, en parte porque se mereca ser abofeteado.
Cómo puedes tener tan poco respeto, burlndote de tu propio padre! lo
reprendió ella . Cuando vuelvas a tu piso de St. Charles Avenue mrate bien en el
espejo. Vers una versión crecida de un chiquillo con complejo de inferioridad por no
ser rico.
Salió del coche dando un portazo. Reeves hizo una mueca como de dolor.
Aferrando el volante forrado de cuero con las dos manos, se quedó all sentado,
vindola alejarse con paso enrgico hacia el portal de su casa, con la barbilla muy
alta. Admiró, como siempre lo haba hecho, su porte de reina.
Su porte deba ser gentico, pensó Reeves, sintiendo la desesperada necesidad
de mostrarse cnico. Debajo de su actitud mesurada, Olivia segua cultivando su
complejo de princesa. Su esnobismo innato segua incólume, lo quisiera admitir ella o
no. Prueba de ello era el que hubiera mandado a paseo a aquel pobre par de
desgraciados despus de haber conocido a sus familias de clase media.
En que posición quedaba l entonces, hijo de dos sirvientes?
Si Olivia tuviera la menor capacidad de percepción respecto a la gente, se
habra dado cuenta de que l haba necesitado mantener aquellos prejuicios en contra
de los ricos mientras creca. Haba necesitado endurecerse. Y qu demonios, segua
necesitando aquellos prejuicios ahora que se senta vulnerable y rechazado.
Cómo se llamaban aquellos dos desgraciados que haban estado
comprometidos con ella? Eric y& otro.
Mientras pona en marcha el Porsche para recorrer el largo trayecto desde
Metairie hasta el Nueva Orlens elegante, Reeves hurgó en su memoria.
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Olivia contuvo las lgrimas hasta que estuvo dentro de su apartamento.
Apoyndose contra la puerta, lloró sin trabas.
Estaba furiosa, era eso. Al da siguiente se encontrara mejor. En una semana o
dos, habra dejado de pensar en aquella noche. Y al cabo de un mes, habra
expulsado a Reeves Talbot de su mente.
Aquella cita se desvanecera en su memoria. Asumira su decepción con l,
sobrevivira al desagradable reencuentro con Williams. Toda aquella miseria
quedara atrs. Olivia ya se haba sentido desgraciada en el pasado& y decepcionada
y furiosa.
La vida seguira.
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Captulo 5
Ese saque tuyo ha sido mortal se quejó suavemente Alan . De hecho, has
jugado como si tuvieras algo contra la pelota de tenis. Va a haber que tirar todo el
juego de pelotas despus de este partido.
Estaba tratando de desahogar mi frustración confesó Reeves.
Los dos hombres se dirigan hacia los vestuarios despus de jugar un partido el
sbado por la maana en el Hilton River Center.
Frustraciones laborales?
No, masculinas. Una mujer aadió lacónicamente Reeves.
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