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estaba, cortó secamente:
-Miente!
-Estoy dispuesto a jurar por aquellos que ms quieras que mis palabras son ciertas -
contestó Lockridge.
-Qu valor tiene el juramento de un hechicero? -se burló Thuno-. Si lo que quieres
decir es que es virgen, bueno, qu dao ha hecho esto nunca? Y no puede ser otra
cosa. Aqu no existen las mujeres sagradas, excepto esa vieja loca que parió muchas
veces cuando era joven.
La mirada de Withucar se paseó inquieta de un lado a otro.
-Cierto... cierto... pero de todas maneras es mejor que no te arriesgues.
-Soy un hombre libre -dijo secamente Thuno-. Caiga sobre mi cabeza cualquier
desgracia que venga. -Lanzó una carcajada-. Y s cul va a ser la primera cosa que va a
venir. Sgueme!
-T eres el jefe -dijo rabiosamente Lockridge a Withucar-, puedes detenerle!
-No puedo hacerlo -suspiró el Yuthoaz-. Como l ha dicho, es un hombre libre.
Miró al Americano con agudeza.
-He visto a aquellos que estn bajo el terror de los dioses -dijo-. Y t no tienes su
mirada. Quizs es que la deseas para ti mismo?
Auri hundió las uas en el sonriente rostro de Thuno. El la cogió por el brazo y se lo
retorció, hacindola caer delante suyo.
Y su padre y su hermano yacan esperando a que los cuervos devorasen sus
cadveres! Lockridge explotó en un torbellino de movimiento.
VII
Withucar estaba junto a l. Lockridge se giró y lanzó un, puo contra el abdomen del
lder, justamente debajo de las costillas. Los duros msculos resistieron el golpe,
hacindole dao en los nudillos, pero el hombre dio una sacudida y se desplomó al suelo.
El pecoso que sostena la antorcha la dejó caer y aprestó su hacha. El entrenamiento
de marine de Lockridge respondió. Un paso le acercó al otro. Dio un golpe seco con, el
canto de su mano a la garganta y el Yuthoaz dio un graznido, cayó derribado y se quedó
quieto.
Antes de que pudiese tomar el arma del otro, Lockridge notó la presencia de alguien a
sus espaldas. Sus reflejos!le hicieron llevar las manos a su propio cuello. Otras manos,
peludas, se cerraron sobre las suyas, pero l separó violentamente los brazos, rompiendo
as el intento de estrangulamiento. Volvindose, colocó una pierna entre las del guerrero y
empujó. Otro derribado!
Los hombres de alrededor del fuego gritaron y se abalanzaron contra l. Lockridge
tomó la antorcha del suelo y la blandió contra los ojos ms cercanos. Una lengua de
fuego, como la cola de un cometa, saltó contra su atacante, que retrocedió antes de ser
cegado. Otros dos cayeron con l en un revoltijo de extremidades y maldiciones.
Lockridge saltó por encima del fuego. All se encontraba Thuno, solo y boquiabierto,
pero al aproximarse el Americano soltó la ligadura de Auri y, al no tener a mano su hacha,
cogió de su cinto una daga de pedernal con la que se abalanzó, tratando de acuchillarle.
Bloqueando el ataque con un brazo, Lockridge notó cómo el aguzado filo pasaba a lo
largo de su antebrazo y cómo del rasguo producido comenzaba a manar sangre, pero no
le dio importancia. Alzó violentamente la rodilla. Thuno aulló y trastabilleó, alejndose.
-Corre, Auri! -gritó.
Haba puesto fuera de combate a dos hombres de un total de diez. Los dems
cargaron contra l dando la vuelta a la fogata. No poda vencer a tantos, pero poda ganar
tiempo para ella. Se echó a un lado. Una lanza se clavó en el suelo en el lugar donde
haba estado segundos antes.
Se detuvo, despegó el arma del suelo y se preparó a resistir el ataque. No iba a tratar
de pinchar con esto, pensó mientras sus sienes le martilleaban, poda encontrar mejor uso
para un palo largo y recto. Lo tomó por el centro con ambas manos y esperó
balancendose sobre los pies.
Cuando la multitud cayó sobre l, se lanzó en un, movimiento alocado. La madera
chocó sólidamente con una cabeza, rompió los huesos de unos dedos que sostenan un
hacha, hundió un plexo solar, serpenteó entre unas piernas para hacer perder el
equilibrio, zumbó, chasqueó, y golpeó. La noche se llenó de golpes, gruidos, gritos,
mientras la luz de la hoguera haca brillar los ojos y las dentaduras.
De repente, de una manera fantstica, Lockridge se encontró solo. Tres Yuthoaz se
quejaban, y retorcan en las sombras que se extendan por el suelo. El resto se haba
dispersado. Jadeaban y lo observaban desde cerca del fuego. Vio cómo sus cuerpos
relucan con el sudor.
-Que los Maruts se os lleven a todos! -rugió Withucar-. Tan sólo es un hombre!
Pero sus cuatro secuaces todava sanos no hicieron el menor movimiento, Ni siquiera
prepararon un arco. Habiendo recobrado el resuello, el mismo lder avanzó. Lockridge
lanzó un golpe con el palo. Esto es lo que esperaba Withucar: paró el golpe con su hacha.
La violencia del golpe hizo vibrarlos huesos del Americano y el arma cayó de sus
entumecidos dedos. Withucar la puso fuera de su alcance de una patada y, dando un grito
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